ORAU Student at ORNL 2002

Imagina ser uno de los 75 ratones seleccionados para una aventura espacial única: 30 días orbitando la Tierra en una cápsula que parece sacada de una película de ciencia ficción soviética. Esta es la increíble historia de la misión Bion-M Nº 2, donde estos pequeños astronautas peludos se convirtieron en los protagonistas de un experimento crucial para el futuro de la exploración espacial. A bordo viajaban también 1.500 moscas de la fruta, cultivos celulares y semillas, todos con un propósito común: ayudarnos a entender cómo afecta el espacio al cuerpo humano y cómo podemos protegernos en futuras misiones a la Luna y Marte.

La misión tenía objetivos muy específicos: cuantificar el daño de la radiación cósmica en organismos vivos y probar contramedidas como fármacos especiales y blindajes. Los ratones fueron divididos en grupos: algunos modificados genéticamente, otros tratados con medicamentos experimentales y un grupo de control para comparar resultados. Lo fascinante es que esta nave orbitó la Tierra de polo a polo, exponiendo a sus tripulantes a niveles de radiación un 33% superiores a los que experimentan los astronautas en la Estación Espacial Internacional. Esto simula las condiciones que enfrentarán los futuros cosmonautas en la estación espacial rusa ROS.

El regreso a casa no fue precisamente suave. La cápsula, diseñada como las antiguas Vostok que llevaron a Yuri Gagarin al espacio, no permite maniobras para suavizar la reentrada. El aterrizaje fue tan intenso que incluso provocó un pequeño incendio en la estepa de Oremburgo, aunque rápidamente fue controlado. De los 75 ratones que partieron, regresaron 65 vivos, lo que representa un 87% de supervivencia. Las 10 muertes ocurrieron por conflictos entre los ratones macho, que son naturalmente agresivos, según explicó el director del Instituto de Problemas Biomédicos ruso. Comparado con la misión anterior de 2013, donde murieron 29 de 45 ratones por fallos técnicos, estos resultados son un gran avance.

Mientras los científicos analizan durante meses los valiosos datos obtenidos, esta misión nos recuerda que cada pequeño paso en la exploración espacial nos acerca a un futuro donde viajar a otros planetas será más seguro. Estos 65 ratones supervivientes y sus compañeros de viaje han hecho historia, no como la famosa perra Laika, pero sí como héroes anónimos cuyos sacrificios contribuirán a que algún día la humanidad pueda habitar el cosmos de manera segura y sostenible.

Por Editor