Imagina llegar a urgencias con un dolor abdominal tan intenso que se extiende desde la parte superior del abdomen hasta la espalda, acompañado de náuseas y vómitos que no ceden con nada. Así llegó una mujer de 63 años al Hospital Brigham and Women’s en Boston, después de un mes sufriendo estos síntomas debilitantes. Lo que comenzó como una visita más al servicio de emergencias se convertiría en un caso médico fascinante que demuestra cómo las soluciones más simples a veces están justo frente a nuestros ojos, incluso en una lata de refresco.
La paciente tenía un historial médico complejo que incluía diabetes tipo 2, enfermedad renal crónica en etapa 2, trastorno por uso de opioides y enfermedad por reflujo gastroesofágico. Entre sus múltiples medicamentos, llevaba un año tomando semaglutide, un medicamento para pérdida de peso de la clase GLP-1, con el que había perdido aproximadamente 40 libras. Los médicos realizaron tomografías y resonancias magnéticas que revelaron algo inusual: su estómago estaba inflamado y parecía contener una masa semisólida, además de presentar agrandamiento de los conductos biliares. El diagnóstico apuntaba hacia un bezoar gástrico, una masa que se forma en el estómago cuando materiales no digeribles se acumulan y compactan.
Existen diferentes tipos de bezoares, siendo el fitobezoar el más común, formado por componentes de frutas y verduras, especialmente materiales no digeribles como la celulosa. Un subtipo particularmente problemático es el diospirobezoar, que se forma por el consumo excesivo de caquis, cuya piel está cargada de taninos que crean una sustancia similar al pegamento al contacto con el ácido gástrico. La solución que encontraron los médicos fue tan sorprendente como efectiva: utilizar refresco de dieta para disolver la masa. Publicado como un caso interactivo en el New England Journal of Medicine, este tratamiento demostró que a veces las respuestas médicas pueden ser más accesibles de lo que imaginamos.
Este caso nos invita a reflexionar sobre cómo las soluciones médicas no siempre requieren intervenciones complejas o costosas. Aunque cada situación de salud es única y siempre debemos consultar con profesionales, esta historia nos recuerda la importancia de mantener la mente abierta ante posibilidades inesperadas. La próxima vez que enfrentemos un desafío de salud, quizás valga la pena recordar que la respuesta podría estar en lo simple, en lo cotidiano, o incluso en esa lata de refresco que guardamos en el refrigerador.