Llegar tarde a una celebración familiar, aunque no sea lo ideal, puede manejarse con gracia y consideración para minimizar la interrupción y mostrar respeto. Lilian Bello, experta en protocolo, aclara: “Lo crucial es la comunicación previa y la actitud al llegar. Un retraso comunicado a tiempo deja de ser una falta y se convierte en un imprevisto. Lo imperdonable es dejar a los anfitriones en la incertidumbre”. Lo primero es avisar tan pronto como se prevea el retraso, dando una hora estimada realista.
La llegada en sí debe ser discreta y reparadora. “Al entrar, saluden primero a los anfitriones con una disculpa breve y sincera: ‘Perdón por el retraso, qué alegría estar aquí’. Eviten dar largas explicaciones que centren la atención en ustedes. Luego, intégrense al grupo sin alboroto”, recomienda Bello. Si la cena ya comenzó, “esperen a que haya una pausa natural para sentarse, y no exijan que se recaliente un plato completo. Conformense con lo que esté servido en ese momento”.
Llevar un “detalle de compensación” ayuda a suavizar el percance. “No lleguen con las manos vacías. Un buen vino o espumoso, una caja de chocolates finos, o un postre especial de una pastelería de renombre son gestos que muestran consideración. Pero entréguenlo discretamente a los anfitriones, no lo conviertan en un espectáculo”. Finalmente, contribuyan al ambiente positivo: “Pónganse al corriente de la conversación, brinden con entusiasmo y ofrezcan ayuda para limpiar al final. La mejor manera de disculparse es siendo un invitado encantador el resto de la noche”.

