El fracaso de los propósitos de año nuevo no suele deberse a falta de voluntad, sino a una formulación errónea. Orly Zwebner, psicoterapeuta cognitivo-conductual y directora de “PsicoterapIA”, explica: “El cerebro se bloquea ante metas vagas, enormes y basadas en la autocrítica (‘debo bajar 10 kg’). En cambio, responde mejor a objetivos pequeños, específicos, medibles y enmarcados en el autocuidado (‘voy a caminar 20 minutos tres veces por semana para sentirme con más energía’)”. El cambio debe sentirse como un regalo, no como un castigo.
La metodología SMART (Específico, Medible, Alcanzable, Relevante, con Tiempo definido) es una herramienta probada. “En lugar de ‘ahorrar más’, un propósito SMART sería: ‘Ahorraré $500 pesos cada quincena depositándolos en una cuenta aparte el día de mi pago, para juntar $13,000 pesos hacia un viaje en noviembre'”, ejemplifica Zwebner. La Dra. Erika Villavicencio, especialista en psicología del trabajo de la UNAM, añade que los propósitos deben ser “flexibles”: “Si fallas una semana, no abandones. Reajusta y continúa. La consistencia, no la perfección, es lo que construye hábitos”.
Finalmente, el apoyo social y la visualización son clave. El coach de vida David J. Schwartz, autor del clásico “La Magia de Pensar en Grande” (cuya filosofía sigue vigente), enfatizaba la importancia de compartir las metas con un “socio de responsabilidad” que nos aliente. “Escriban sus metas y colóquenlas donde las vean diariamente. Visualícense a sí mismos logrando ese pequeño paso, sintiendo la satisfacción. Celebrar los micro-logros, como la primera semana de ejercicio cumplida, refuerza positivamente el comportamiento y hace el viaje más disfrutable”.

