En una era donde la tecnología está entrelazada con nuestra vida diaria, un impactante caso en Argentina ha dejado al descubierto un preocupante uso de las redes sociales. Tres jóvenes mujeres fueron víctimas de un terrible crimen que, a través de un grupo privado de Instagram, quedó en la mira de 45 personas sin que ninguna hiciera nada por detenerlo.
La noche del viernes en Buenos Aires parecía otra cualquiera cuando Morena Verri, Brenda del Castillo y Lara Gutiérrez subieron a una camioneta blanca. Iban a un evento para el cual habían sido invitadas, sin imaginar que sus identidades serían borradas por el asesinato frío de una banda de narcotráfico. El hecho demuestra cómo la tecnología y el crimen organizado pueden fusionarse para hacer del horror un espectáculo en tiempo real.
Este crimen no es solo un hecho aislado, sino un claro ejemplo de cómo las redes criminales están explotando la tecnología para sus tácticas de miedo y control. Usar Instagram como una herramienta de intimidación convierte una plataforma de conexión social en una escena de crimen y terror. Más allá de la agresión física, se envió un mensaje claro y temible a otros miembros del ámbito criminal: nadie está fuera del alcance.
La tragedia de Morena, Brenda y Lara nos confronta con una dura realidad y nos obliga a preguntarnos sobre el rol de las plataformas en el control de sus espacios privados. ¿Cómo pueden las redes sociales volverse cómplices involuntarios de tal violencia? La ciudadanía y las autoridades deben trabajar juntas para asegurar que estas plataformas sean un espacio seguro para todos, evitando que sirvan de escenario a la violencia. No se trata solo de tecnología, sino de un compromiso social contra la violencia y el feminicidio.