La filosofía danesa ‘hygge’ (pronunciado “ju-ga”), que celebra la calidez, la sencillez y el confort íntimo, encuentra un eco perfecto en la cultura mexicana durante el invierno. La arquitecta Tatiana Bilbao, cuya obra explora la relación entre espacio y bienestar, comenta: “El ‘hygge’ no es solo decoración; es una actitud. En México tenemos el ‘sobremesa’, el calor de la familia, elementos que son la esencia misma de este concepto”. Se trata de crear santuarios de paz contra el frío y la oscuridad exterior.

La implementación práctica comienza con los textiles. La diseñadora de interiores Paola Sánchez, colaboradora de la revista ‘Arquitectura y Diseño’, recomienda: “Inviertan en textiles de fibras naturales y táctiles: lana mexicana de Saltillo para cojines y cobijas, algodón para fundas, y pieles sintéticas para almohadones. La tienda ‘El Palacio de Hierro’ tiene una excelente selección de estas piezas”. La iluminación es clave: sustituyan luces LED frías por focos cálidos (2700K) y multipliquen las fuentes de luz baja, como velas de cera de abeja de marcas como ‘Candelaria’ o lámparas de sal del Himalaya.

El ‘hygge’ también se construye con rituales. El psicólogo y escritor Walter Riso, conocido por sus libros sobre bienestar emocional, sugiere: “Designen una noche a la semana como ‘noche hygge’: apaguen los dispositivos, preparen un té o chocolate caliente, lean un libro físico o conversen sin prisas. Es un antídoto contra el estrés invernal”. Finalmente, la naturaleza no debe faltar; ramas de pino, piñas y flores de cempasúchil secas, disponibles en mercados como el de Jamaica en la CDMX, conectan el interior con el ciclo natural de la temporada.

Por Editor

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