Person carving a delicious roasted turkey during a festive holiday dinner setting.

La verdadera maestría de una anfitriona no está en una casa impecable, sino en la capacidad de crear un ambiente donde todos, incluida ella, se sientan bienvenidos y puedan disfrutar. Lilian Bello, experta en protocolo y etiqueta, define: “Una buena anfitriona es una conductora de experiencias, no una sirvienta. Su prioridad debe ser la conexión y el bienestar de sus invitados, lo que empieza por su propio estado de ánimo. Si tú estás estresada, tus invitados se sentirán incómodos”. La preparación mental es tan importante como la logística.

La clave práctica es la delegación y la simplicidad“Asigne tareas concretas antes del evento: ‘Juan, tú te encargas de la música’, ‘Ana, tú de llenar las copas al llegar’. Prepare todo lo posible con antelación para que, cuando lleguen los invitados, usted pueda recibirlos en la puerta con una sonrisa y una bebida en la mano, no escondida en la cocina”, aconseja Bello. Elige un menú que permita pasar el menor tiempo posible en la estufa durante la reunión.

El componente emocional es el más importante. “Haga que cada invitado se sienta visto. Un cumplido sincero, presentar a personas que tengan intereses en común, o recordar un detalle personal demuestra cuidado genuino”, señala. Y el consejo más liberador: “Perfección es enemigo de la diversión. Si algo sale mal (se quema el postre, se derrama el vino), ríanse juntos. Esos momentos se convierten en las anécdotas memorables de la noche. Su misión no es impresionar, sino acoger”. Al final, lo que la gente recordará es cómo se sintió en su casa, no la nitidez de los cubiertos.

Por Editor

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