La revisión de fin de año es un ritual poderoso, pero puede volverse abrumador si se enfoca solo en lo no logrado. Claudia Sotelo, maestra en psicología y directora del Centro de Especialización de Estudios Psicológicos en la Infancia (CEEPI), propone un enfoque compasivo: “El objetivo no es juzgar, sino observar con curiosidad. No se trata de un balance contable de éxitos y fracasos, sino de entender tu recorrido para aprender y proyectarte con más sabiduría”. Se recomienda dedicar un momento tranquilo, con papel y lápiz, alejado de las redes sociales.
Un método estructurado ayuda a evitar la rumiación. El escritor y conferencista Benito Taibo, conocido por su filosofía de vida humanista, sugiere dividir la reflexión en categorías no tradicionales: “Pregúntense no solo ‘¿qué logré?’, sino ‘¿de qué me siento orgulloso aunque nadie más lo sepa?’, ‘¿a quiénes agradezco que hayan estado en mi camino?’ y ‘¿qué solté que ya no me servía?'”. La terapeuta Laura Escobar, especialista en mindfulness, recomienda el ejercicio de “la línea del tiempo”: dibujar una línea y marcar los hitos (altos y bajos) del año, observando los ciclos naturales de crecimiento y descanso.
El cierre es fundamental. “Escriban una carta de agradecimiento a ustedes mismas por lo que vivieron y aprendieron. Luego, hagan un ritual simbólico de despedida: pueden quemar (con seguridad) un papel donde anoten lo que quieren dejar atrás, o simplemente verbalizar ‘este ciclo se cierra'”, aconseja Sotelo. El proceso debe terminar con una mirada gentil hacia adelante, identificando no solo metas, sino la persona en la que se quieren convertir.

