Elevar la cena navideña con la bebida correcta es un arte accesible. Violeta Gutiérrez, sommelier y fundadora de “La ContraEtiqueta”, escuela de vinos en CDMX, explica: “No hay que complicarse. La regla de oro es: lo que a ti te gusta, marida. Pero ciertas combinaciones realzan tanto el alimento como la bebida. Se trata de buscar armonía o contraste de sabores, no de seguir reglas rígidas”. Conocer algunos principios básicos garantiza acierto.
Para los entrantes y ensaladas, la elección debe ser liviana. “Un espumoso seco como un Cava o un Prosecco limpia el paladar y abre el apetito. Si hay mariscos, un vino blanco joven y fresco como un Sauvignon Blanc o un Verdejo funciona maravillosamente”, recomienda Gutiérrez. Para el plato fuerte navideño por excelencia (pavo, lomo, pierna) el maridaje es más contundente. “Un tinto con buena acidez y taninos suaves es ideal. Un Pinot Noir es versátil y elegante. Si la salsa es dulce o con frutos, un Merlot o un Garnacha joven, frutal, complementa perfectamente”.
No hay que olvidar los brindis y los postres. “Para el brindis de medianoche o el inicio de la cena, un espumoso de calidad como un Champagne o un Cava Reserva siempre es acertado. Para los postres ricos en chocolate o frutos secos, un vino dulce como un Oporto o un Moscatel crea una combinación sublime. La clave es servir el vino dulce más frío que el postre para que no se sienta empalagoso”, concluye. La presentación también cuenta: servir los vinos blancos y espumosos bien fríos, y los tintos a temperatura ambiente (no caliente) hace toda la diferencia.

